miércoles, 17 de junio de 2015

arriba y abajo



ARRIBA Y ABAJO
A menudo, lectora o lector amiga o amigo, a menudo vemos lo que pasa con la gente del pueblo, no puede uno estar en su torre de marfil de forma permanente, hay que bajar de la susodicha torre y salir a pie llano a la calle, donde se encuentra la gente. Esto hay que recalcarlo porque algunos regidores políticos igual no lo saben de buena mano.
   Es muy distinta la vida de esos gerifaltes que dominan con su imperio el tejido social, que la de los que la padecen. Arriba no es lo mismo que abajo, hay pensamientos radicalmente distintos, y que solo se unen en una consideración. De arriba vienen las leyes españolas, de abajo viene la filosofía popular. Los de arriba quieren ser como los de abajo y los de abajo como los de arriba, así que la historia se está escribiendo en entendimiento a estas circunstancias.

   No se puede mantener esto: que exista el arriba y el abajo, porque ello da en un discurso doble. El del pueblo y el de los regidores. Por ejemplo: las leyes generalistas: los que las hacen, dicen que con permiso del pueblo, las hacen teniendo en cuenta la generalidad del pueblo español, vamos, como si fuéramos todos iguales, o eso nos hacen creer, que las leyes son adecuadas a la igualdad de las personas españolas. Y los de abajo reciben esas leyes de manera irónica y contestataria: generalizan mucho y conceden la igualdad de las leyes para todo el mundo que por ejemplo haya transgredido esas leyes. A la impersonalización que viene de arriba, con su rechazo del singularismo de cada uno de los españoles, siempre les responderán los del supuesto abajo con mayor generalidad para cumplir las leyes, no muchos, sino “todos igual”.  La casuística no se utiliza porque los de Arriba nos tratan como todos exactamente iguales, en la teoría, a lo que el pueblo replica con la burla o la buena respuesta de, cuando se da un suceso o caso singular, aplicar la mayor generalidad, como contestación a esas leyes hechas desde arriba, y así uno viene a preguntarse por el éxito del generalismo en nuestros días, que surge de la imposición de reglas de la antigüedad, y se da cuenta de la profunda brecha abierta entre pueblo y regidores. Así no hay dios que aguante el pensamiento español. 

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