LA
COMPLACENCIA EN EL MAL
Hablar del mal es algo común y todos podemos aportar
muchas razones e ideas. No viene mal una más.
Primero
habría que identificar el mal, si es religioso, moral o físico. El que más
importa es el social, aun cuando el mal social tenga implicaciones religiosas y
morales, o a la inversa. El mal social es el que atenta contra la sociedad. Y
la sociedad no es siempre la sociedad fija de todos los tiempos. No es lo mismo
la sociedad de la Triple A que la sociedad de San Francisco que la sociedad de
la Europa actual, por poner solo unos ejemplos un tanto a bulto.
La sociedad
se puede ver bajo dos aspectos o dos visiones fundamentales, aparte de otras,
en la actualidad se puede decir que existe el atentado contra el bien común, o
existe el atentado contra la justicia social. Cada una de estas miradas lleva
un mundo entero tras ella, la esquizofrenia de la vida humana actual. Ello no
impide el que hablemos de la importancia de la psicología en la sociedad
actual. Si la psicología que busca el mal es esporádica o relativa o alguna
vez, o es absoluta, por método o por regla, llevándose incluso a las leyes.
La segunda
es la que instala o reinstala el Estado de odio. Porque en él se complace. Hay un estudio particular de
la sicología que le dio literatura a esta disciplina hace dos siglos, con
Sigmund Freud. Se puede distinguir, creemos, entre estado sano y estado
neurótico. El segundo puede llevar a la perversión. Esta es la sicología que
nos interesa aquí, puesto que el neurótico deriva en la “manía” de hacer el
mal, deriva en la obstinación, en la complacencia del mal, y aquel que se
complace en el mal, como sabemos, no es el listo, o el inteligente, es el tonto
y el malo a la vez, pero puede causar mucho dolor, tanto individual como social.
Para algo servía la “literatura” de Freud, para catalogar a estos tipos.
Juan
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